Alfonso Ortí Benlloch

 

La globalización

en su contexto histórico

 

Asociación res publica -- Pinto

5 de Octubre de 2005 - IES Vicente Aleixandre

 

 

 

 

 

El habitual resumen de la charla y del debate, que solemos publicar tras cada acto de res publica, encierra particulares dificultades cuando debe reflejar un verdadero universo de sugerencias, ciertamente enlazado por leyes rigurosas, pero al mismo tiempo dotadas de la belleza y plasticidad que en ocasiones convierten la ciencia en arte dialéctico. Por ello, en lugar de esbozar una síntesis convencional, nos limitaremos aquí a enunciar algunos de los principios que Alfonso Ortí utilizó para orientar sus reflexiones.

 

 

1. El primero tiene que ver con la forma. Fiel a su peculiarísimo didactismo, Alfonso Ortí llegó a la sesión provisto de un buen número de ejemplares de un cuadernillo de fotocopias, que se distribuyeron entre los asistentes. Tal cuadernillo contenía doce esquemas, trazados personalmente a mano, que aquí no cabe reproducir por entero. Tampoco él los desarrolló con detalle, por supuesto; porque no eran los bocetos habituales en las modernas presentaciones en power point, sino densísimos gráficos sobre el proceso de construcción social del orden económico y sobre el desarrollo del capitalismo: la explicación de cada uno de ellos requeriría no ya una sesión, sino un ciclo completo de conferencias. Nos limitaremos, por ello, a insertar el primero, que contiene el hilo conductor de la charla, y que se va remitiendo a los demás folios; y el segundo, sólo como ejemplo del muy sugerente aspecto que sabe atribuir a sus papeles Alfonso Ortí, que en este caso lo articula en torno a un chiste de El Roto (“el mejor sociólogo español”); ambos, también, por ser los más fáciles para el lector no especializado, que en los demás cuadros se ve compelido a hacer un esfuerzo adicional para manejar complejos conceptos económicos, sociológicos e históricos.

 

 

2. La página decimotercera del cuadernillo contenía un fragmento del Fausto de Goethe, en versión bilingüe manuscrita por el propio A. Ortí, con cuya lectura e incitación al comentario cerró su conferencia. Por su riqueza, lo transcribimos aquí (sólo en castellano) para abrir estas referencias:

 

El deseo fáustico, “espíritu del capitalismo” y alma del “consmidor (in)-satisfecho” en la segunda parte (1832) del Fausto de Goethe, Acto quinto (final) (Muerte de Fausto); versión libre de A. Ortí a partir de la traducción en prosa de J. Roviralta, de 1920, reeditada por Cátedra, Madrid, 1987 y 2004).

 

Fausto (dirigiéndose a Mefistófeles)

-- ¡Capataz!

Mefistófeles             -- ¡Aquí estoy!

Fausto – Por todos los medios que sea posible

concentra masas y masas de obreros

aliéntalos con el goce y el rigor

págalos, sedúcelos, presiónalos.

Todos los días quiero tener noticias

de cómo adelanta el emprendido foso.

Mefistófeles (en voz baja)

-- (Pero) tal como me han informado

no se trata de ningún foso,

... sino de una fosa

(Emocionado ahora ante la magnitud de su empresa y las expectativas de futuro,

Fausto proclama)

-- Les abro yo espacios a muchos millones (de hombres)

no seguros, es cierto,

pero sí para vivir libre y plenamente activos

...

solamente merece la libertad, como la vida,

quien diariamente debe conquistarlas

(y extasiado ante tan grandiosa perspectiva,

Fausto exclama finalmente)

Entonces podría decir al fugaz momento

“¡Detente, pues; eres tan bello!”

(momento de felicidad en el que Fausto muere, según el pacto firmado con Mefistófeles, al que debe pertenecerle su alma ahora).

Mefistófeles (celebrando entonces haber inoculado el deseo en el alma de Fausto)

-- Ningún placer le satisface,

ninguna felicidad le basta

y así persigue sin cesar

cambiantes figuras ...

 

 

3. Este texto, surgido en un contexto histórico fundamental para el desarrollo del capitalismo, refleja de modo óptimo el polo subjetivo del proceso histórico objetivo de construcción de la llamada sociedad de consumo, más tarde (en la fase “fordista-keynesiana” del Estado del bienestar) convertida en base del desarrollo capitalista. Este modelo surge como respuesta a la situación de crisis a la que llega el capitalismo industrial, que desde la invención del motor eléctrico en 1883 (¡el mismo año de la muerte de Marx y del nacimiento de Keynes y de Schumpeter!) incrementa exponencialmente la productividad, sin que el mantenimiento constante de los salarios reales permita dar salida a esa producción en masa. El modelo keynessiano incluye a la clase obrera en el reparto del producto social, pero sólo en un ámbito regional (los países desarrollados) que comprende aproximadamente al 20% de la población mundial; mientras que, simultáneamente, el modelo clásico de explotación (de trabajadores y recursos) se conserva en las zonas coloniales y postcoloniales.

 

Pero también este modelo entra en crisis, desde 1973. En buena medida porque, alcanzadas por la clase trabajadora garantías equivalentes al pleno empleo, se origina en el sistema la contradictoria situación de la stagflation, o presencia simultánea de inflación y paro. La respuesta del Kapital se articula, de un lado, mediante el empleo de nuevas tecnologías, de otro mediante la movilización de una mano de obra mundial (por ejemplo en nuevas regiones de Asia) que ponga fin a la estabilidad de los trabajadores del mundo desarrollado. El Kapital, en fin, pretende superar la crisis mediante la mayor intensidad de la revalorización del capital (incremento de la productividad) y mediante la extensión globalizadora de sus pretensiones de regulación. Como siempre, el Kapital siempre termina encontrando (mediante dramáticos ejercicios de prueba y error) la garantía de su supervivencia en la extensión de sus dominios: necesita cada vez una mayor escala de espacio, de consumo y de trabajo.

 

Ello conduce, de modo necesario, a una nueva crisis, de la que sólo se podría salir mediante el conflicto social que diera lugar a un nuevo pacto regulador (de carácter político) a nivel mundial. Los antecedentes que permiten tal prognosis podrían buscarse en las anteriores crisis del capitalismo, por más que las condiciones históricas actuales no permitan anticipar que el pacto se vaya a (re)producir. Las consecuencias de la crisis serán, en cualquier caso, la anulación de formas alternativas de vida, del mismo modo que las modernizaciones anteriores trajeron consigo la despoblación del campo y la derogación de su modo de vida en los llamados países desarrollados, pero también la desaparición de la vieja nobleza y de la burguesía patrimonial (que no consume ni acumula capital, pues se limita a la explotación directa del trabajo servil). Los límites de ese pacto, una vez extendido el capitalismo a todo el globo terráqueo, serán de orden ecológico: porque el desenfreno del Kapital es incompatible con la persistencia de las condiciones que hacen posible la vida (¡y el trabajo, que es la fuente de valor!) en el planeta. El agotamiento de los recursos, y en especial de las fuentes de energía, es ya, en realidad, el móvil de las nuevas guerras.

 

 

4. Este avance de resultados se puede verificar conforme al desarrollo histórico propuesto por Alfonso Ortí en el esquema primero, que articuló su charla. Dejando aquí para el final el enfoque metodológico, podemos indicar ahora los elementos básicos del desarrollo capitalista hasta el presente:

 

a) El régimen capitalista arranca cuando grandes masas de hombres se ven despojados repentina y violentamente de sus medios de producción para ser lanzados al mercado de trabajo como proletarios:  libres, mas privados de todo medio de vida. Con la usurpación violenta de los bienes comunales, la población campesina queda disponible como proletariado al servicio de la industria.

 

b) A medida en que la gran industria se desarrolla, el Kapital tiende a reducir al mínimo el tiempo de trabajo necesario (para la producción), mientras que el sistema económico acumula productos y servicios lucrativos. La producción masiva planteó la necesidad constituir una nueva norma de consumo de masas, que incluyera a la clase obrera junto a las clases medias emergentes. En 1929, en efecto, la grave crisis de sobreproducción impone reformas sociales que amplíen las bases sociales del consumo: se trata del pacto keynesiano, con sus implicaciones de reforma social y democratización política, que acaba integrando a las masas trabajadoras en la aceptación del sistema.

 

c) En los países centrales, el proceso deriva hacia el sobreconsumo ocioso, ecológicamente destructivo, mientras que las periferias quedan reducidas a una red de enclaves de fuerza de trabajo proletarizada y marginal, por más que en su interior se puedan identificar unas franjas centrales de alto y sofisticado consumo. Las actuales crisis señalan la existencia de un nuevo límite para la expansión del Kapital; con frecuencia se interpretan como una crisis de la propia civilización capitalista, y a veces se racionalizan mediante el referente externo a un choque de civilizaciones. Lo que no resulta necesariamente desacertado: porque la aceleración actual del proceso de globalización pasa necesariamente por la confrontación con sociedades y culturas externas y por su subordinación a la dinámica hegemónica de la civilización capitalista occidental. Recuperando así su violencia originaria, el desarrollo en extensión del Kapital determina el retorno del imperialismo. La agresión agónica del capitalismo genera la respuesta de movimientos radicales de reivindicación y resistencia de las sociedades y culturas periféricas explotadas y empobrecidas, privadas ahora, además, de sus formas de vida y valores fundamentales.

 

La acumulación del capital aparece así como un proceso de expansión contradictorio y sin límites, regido por el exceso y abocado al desequilibrio permanente, en una dinámica caracterizada por el arrebato faústico o diabólico, en su sentido etimológico de arrojado más allá, cada vez más lejos.

 

 

5. Para terminar, haremos referencia al elemento fundamental que condiciona las posiciones hasta aquí expuestas: los presupuestos metodológicos. Porque el pensamiento depende del discurso ideológico del sujeto, del modo en que se sitúa ante la Historia; sólo luego vienen los modelos y los esquemas interpretativos, que racionalizan el discurso.

 

Precisamente este contexto es el que sirve para explicar el segundo esquema ofrecido por Alfonso Ortí, que contrapone las perspectivas individuales y sociales en la comprensión  de los fenómenos históricos. De un lado están las orientaciones socialmente dominantes, que, al menos desde Max Weber, se fundan en el individualismo: comprenden la sociedad como una suma de individuos trabados por relaciones bilaterales, que articulan voluntades en relaciones de mercado; incluso laaa democracia aparecería como un reflejo de esa suma de votantes racionales (consumidores), que actúan respecto de la competencia por el poder como respecto de cualquier otro producto del mercado. Enfrente se sitúan quienes afirman la prevalencia de la situación objetiva del reparto desigual del poder social y económico, que determina la aparición de procesos conflictivos supraindividuales; frente a la ilusoria convicción de que vivimos y actuamos como individuos libres, afirman con Marx que el hombre es no sólo un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad.

 

Pues bien, la aproximación de Alfonso Ortí a la historia es marxiana: en una visión totalizadora del proceso del mundo a largo plazo, el factor determinante resulta ser la acumulación de capital realizada a través de un mercado que resulta sustancialmente violento y que, desde luego, no es libre: ni ha existido, ni puede existir un mercado libre. El Kapital es, a la postre, una totalidad en marcha que rehace a su medida las relaciones sociales, de modo que el célebre Manifiesto Comunista puede ser leído aún hoy como un poema épico que incluso anticipa, lírica y proféticamente, la actual sociedad globalizada de consumo.

 

En el desarrollo del capitalismo, a cada fase de desequilibrio, a cada catástrofe a corto y medio plazo, sigue una nueva regulación mediada por el conflicto (la lucha de clases), que procura racionalizar y rectificar los resultados de un proceso que está literalmente loco, necesariamente abocado a acumular sin freno. Dado que el capital no acumulado se desvaloriza, la clase burguesa está condenada a revalorizar su capital: crece o muere. Y, con el Kapital, entran en crisis periódicamente todas las experiencias y las expectativas de la humanidad. Sólo dentro de este relato cobra verdadero sentido y se hace comprensible el fenómeno histórico de la globalización.

 

 

Alfonso Ortí Benlloch, uno de los más destacados sociólogos españoles, ejerció la docencia en las Universidades Complutense y Autónoma de Madrid, aunque rechazó siempre una inserción convencional en el marco universitario. Quizá por eso merezca la pena destacar asimismo su condición de profesor y fundador de la Escuela de Ciencias Sociales CEISA, que desarrolló sus actividades al margen de la Universidad franquista en el Madrid de finales de los años sesenta.

Precisamente el originalísimo cuadro que dibujó sobre la trayectoria ulterior de los miembros de CEISA con motivo de su trigésimo aniversario, celebrado en 1996, resulta representativo de sus singulares modos de pensar, de trabajar y de enseñar. En el centro de su "diseño conmemorativo crítico-irónico" figura el provocativo lema "Contra Franco pensábamos mejor". Aunque sólo la observación directa del cuadro permite apreciar su riqueza, y por eso establecemos un link hasta él, conviene aquí reproducir  al menos el texto que lo enmarca: "... Hace muchos, muchos años existió una Escuela que quiso ser crítica; y así cercada por los "hombres de estaca, se convirtió en una "JAULA de GRILLOS" (magister Tierno dixit); ... pero un día la jaula se abrió y de ella salieron mariposas de todos los colores, formando el arco iris de la libertad ... unos contribuyeron a la conformación de la SUPERESTRUCTURA ELITISTA de la Transición postfranquista, otros continuaron, como siempre, en la BASE COMUNITARIA (... esperando ahora nuevamente si ya no en "LA" REVOLUCIÓN, sí, al menos, en la POST-TRANSICIÓN POST-JUANCARLISTA ...)."

Entre las publicaciones más relevantes de Alfonso Ortí deberían destacarse, en cualquier caso, las más de doscientas ochenta páginas de su "Estudio introductorio" de la obra clásica de Joaquín Costa Oligarquía y caciquismo, o el artículo publicado en 1989 bajo el significativo título "Transición postfranquista a la Monarquía parlamentaria y relaciones de clase: del desencanto programado a la socialtecnocracia transnacional". En relación con el tema de esta charla puede consultarse también una ponencia suya, cuya versión resumida se preparó bajo en título La sociedad de consumo en la tradición del pensamiento de izquierda.

La Revista Española de Sociología abrió con él (y con Salvador Giner), en su primer número, una sección abierta que, bajo el título "vidas de sociólogos", pretendía presentar las disputas centrales del panorama sociológico desde puntos de vista diferentes, tomando como punto de apoyo la reflexión personal sobre su propia trayectoria de dos relevantes figuras. La extensa reflexión del profesor Ortí, publicada bajo el título En el margen del centro: la formación de la perspectiva sociológica crítica de la generación de 1956, constituye, aparte de una entrañable historia personal, un magnífico ejemplo de la imbricación de una trama intelectual con la evolución de la estructura sociopolítica española, la reflexión metodológica y el quehacer profesional.