1 de junio de 2006

 

Isaac Rosa

 

Memoria literaria del franquismo

 

 

Isaac Rosa convirtió en artículo parte del texto sobre el que basó su charla, y fue así publicado por el diario El País, en su sección de Opinión, el 6 de julio de 2006. El autor nos lo remite para que podamos reproducirlo aquí literalmente (1). A continuación  añadimos una breve referencia al esquema de su intervención oral, que se refería a aspectos no tratados en el mencionado artículo (la memoria literaria), y al debate que tuvo lugar tras su ella (2). Cerramos la página con una mínima noticia sobre el propio escritor (3).

 

 

1. El País, 6 de julio de 2006

 

 

Isaac Rosa

 

Empacho de memoria

 

Sólo llevamos seis meses del oficialmente llamado “Año de la Memoria Histórica”, y algunos empezamos ya a estar un poco empachados. No es que estemos saturados de memoria, nada de eso. Pero sí empalagados por todo tipo de sucedáneos que, como golosinas, engordan pero no alimentan, engañan al hambre y hasta saben bien, pero no son muy recomendables desde el punto de vista nutricional. Trasladado el paralelismo alimenticio al debate sobre la memoria, uno tiene a veces la sensación de que, entre bocado y bocado, le cuelan cucharadas de sucedáneo dulcísimo que poco tiene que ver con la recuperación de la memoria, y sí con otro tipo de intereses. Me explico.

 

En los últimos años, desde finales de los noventa, se ha producido un fuerte resurgir del interés por el pasado, el llamado movimiento de recuperación de la memoria histórica, que se diferencia de anteriores intentos de alumbrar el pasado. Sustentado sobre un decisivo cambio generacional (la llegada a la madurez de quienes no vivimos el franquismo ni hicimos la transición), se trata de un fenómeno ciudadano, asociativo e intelectual que plantea una recuperación mucho más sólida y posible que la que se planteó en los primeros años de democracia. Además de homenajes, este movimiento pide rehabilitación, indemnizaciones, anulación de juicios. Además de poner nombre a las víctimas, señala a los verdugos. Además de exigir memoria, demanda justicia. Y se niega a dar por cerrado el pasado reciente, a considerarlo histórico e irrecuperable, impugnando el discurso construido en torno al mismo, optando por reivindicar la experiencia republicana y cuestionar la hasta ahora sacralizada transición española.

 

Ante tales planteamientos, amenazantes para quienes durante años se han sentido cómodos con una memoria floja, inofensiva, con aspecto de expediente resuelto y liquidado, han surgido varias formas de respuesta que son las que amenazan con hacer zozobrar este barco, bien sea por exceso de carga, bien por falta de rumbo.

 

Una de esas respuestas, la más evidente, es el creciente revisionismo histórico por parte de un sector de la derecha política y mediática, que se ha dedicado a jalear a unos cuantos sedicentes historiadores que se limitan a actualizar el viejo discurso franquista y pasarlo por las más eficaces herramientas de la comunicación de masas. Ante su incapacidad para acallar la demanda cada vez mayor de quienes quieren conocer el pasado, el revisionismo apuesta por la confusión y el relativismo, pero más aún por la tensión, por crear una apariencia de enfrentamiento social (de oposición irreconciliable entre dos memorias contrapuestas) que aconsejaría a los prudentes “no remover el pasado”. Ello en un año en que, por la concurrencia de acontecimientos políticos (reformas estatutarias, negociación con ETA), la derecha más crispadora se mueve en terreno favorable.

 

Una segunda respuesta al resurgir de la memoria vendría desde el lado institucional. Al movimiento social se han unido muchos memoriosos de última hora, que nunca han estado muy interesados por mirar al pasado ni por cuestionar el discurso construido en torno al mismo, y que ahora sin embargo se suben al tren y se colocan la gorra de revisor y hasta el traje de maquinista. Es apreciable un cierto intento por controlar ese rebrote de la memoria, por poner diques, limitar el alcance de esa mirada crítica al pasado.

 

Los mismos que durante años hemos reclamado una mayor implicación institucional, desde políticas públicas de la memoria, nos asustamos ahora ante su progresiva institucionalización. El cambio de gobierno tras las últimas elecciones generales levantó expectativas pero también suspicacias. La creación de la Comisión Interministerial encargada de estudiar el asunto y dar forma a la prometida Ley de Memoria Histórica lleva meses atascada, provocando la desconfianza del movimiento asociativo, que ve en la dilación un síntoma de desgana y de pretender controlar, o cuando menos congelar, ese cuestionamiento del ayer antes de que se vaya de las manos.

 

Ha habido numerosas iniciativas públicas en el último año, desde ayuntamientos, comunidades autónomas y administración central, relativas a la recuperación de la memoria histórica. En muchos casos se trata de actuaciones valientes y valiosas, insólitas hasta ahora. En otros, sin embargo, sólo se crea una ilusión de memoria un tanto engañosa. Se apuesta en estos casos, con presupuesto público y mediante la creación de nuevos organismos, por formas limitadas de memoria, inofensivas, mientras siguen pendientes asuntos esenciales, aquellos elementos más controvertidos, más molestos, más incompatibles con el discurso hasta ahora sostenido del pasado.

 

Hay todavía una tercera respuesta que contribuye a ese empacho del que hablaba al principio, la que dan los verdaderos fabricantes de golosinas. Se trata de la respuesta “comercial” que se da al movimiento de recuperación de la memoria. Desde la industria cultural se ha detectado que, en efecto, existe un interés amplio entre los ciudadanos por todo lo que tiene que ver con la historia reciente de España, con la llamada recuperación de la memoria histórica. Eso, unido a la coincidencia de aniversarios (treinta años de la muerte de Franco, setenta del inicio de la Guerra Civil, setenta y cinco de la proclamación de la Segunda República) y al impulso institucional (Año de la Memoria, programación televisiva, exposiciones y actos...) hace que algunos vean en toda esta inflación memoriosa un filón comercial.

 

Se trataría, en resumen, de convertir ese interés ciudadano, esa demanda de conocimiento, esa exigencia de memoria, en un acto de consumo. De ahí la sobreproducción de títulos referidos a la guerra civil o al franquismo que llenan las librerías. Pareciera que las editoriales han corrido a vaciar sus almacenes, recuperando títulos olvidados en sus fondos, a la vez que apremian a sus autores a producir obras relacionadas con la memoria. Librerías con mostradores monotemáticos y quioscos desbordados de coleccionables dan prueba de ello. Por debajo de esta acumulación (que, sin duda, ha permitido recuperar títulos interesantes que estaban descatalogados, y que conviven con nuevas obras de indudable valor) se aprecia un claro oportunismo por parte de algunas editoriales y también de algunos autores empeñados en no quedar al margen de este filón de la memoria.

 

El lector interesado por el pasado, sensibilizado por esa recuperación de la memoria, puede acabar confundido ante la convivencia de títulos de desigual interés y calidad, así como aturdido por lo inabarcable de tanta producción. Dependiendo de lo que escoja para su alimentación, puede aprovecharle o puede sin más empacharle. Lo único cierto es que no se quedará con hambre.

 

Porque corremos el riesgo de que este año se tome a efectos de liquidación. Como si nos diesen todo un año de la memoria para, una vez pasado, olvidarnos para siempre. Pareciera que nos encontrásemos en un año decisivo, definitivo, en el que hacerlo todo de una vez porque no tendremos más oportunidades, no como ésta. Lo que queramos recuperar, reivindicar, denunciar u homenajear, hagámoslo ahora o nunca. Y de la misma forma, para otros, la sensación de que lo que no vendan este año ya no lo venderán después.

 

Nada de eso es cierto. Este movimiento de recuperación de la memoria histórica, por esa solidez de la que hablé al principio, no concluye en este año de la memoria. Pero sí puede ocurrir que algunos acaben el año con la barriga llena de pasteles y, pasada la fiesta, rechacen otro bocado agitando una mano y palmeándose la abultada tripa mientras disimulan un regüeldo ahíto y dicen: no más memoria, por favor.

 

 

2. Intervención y debate

 

La intervención de Isaac Rosa comenzó por destacar el contexto en el cobra fuerza en España el tema de la memoria histórica, que no puede ser para nosotros otra que la memoria del franquismo. A su juicio, enlaza con la presencia de una nueva generación de historiadores desacomplejados y con el empuje de un cierto movimiento asociativo novedoso, que podría identificarse como el de los nietos de los represaliados inmediatos. A estas alturas, sin embargo, y frente a la solidez que muestra el movimiento de recuperación de la memoria, el riesgo podría radicar más bien en una inflación de memoria alentada sea por el oportunismo editorial, sea por la confusión inducida desde los ámbitos que pretenden “revisar” la Historia, relativizar sus enseñanzas o amenazar abierta o veladamente con su repetición, sea, en fin, por la institucionalización del proceso que lo somete a control, desactiva y neutraliza su potencial crítico y produce una “memoria de consenso”, inofensiva y desideologizada, centrada en el recuerdo de los horrores de la guerra civil y que olvida la represión de la dictadura. Toda esa primera parte de la intervención está perfectamente desarrollada en el artículo que acabamos de reproducir.

 

La segunda parte de la intervención se centró en la memoria literaria, entendida como creación de un discurso narrativo sobre el pasado. La ficción es un lugar central en la construcción de la memoria, y ello arroja una responsabilidad especial sobre los autores literarios, que sólo en medida escasa han parecido estar a la altura de tal reto. Quizá la asunción acrítica y generalizada del pacto de la transición y de sus complicidades, que ha dado paso a una “democracia concebida sin pecado original”, haya provocado que nos hayamos quedado sin un discurso novelizado “de uso para los ciudadanos”. La guerra civil como momento histórico sí se ha convertido en un tema literario, pero no la duradera represión franquista, objeto de un tratamiento cuando menos decepcionante. Faltan no sólo estudios, sino también novelas sobre la tortura y la delación, sobre el papel de los empresarios en la dictadura y los beneficios económicos directamente derivados de la represión, sobre la corrupción moral, la deformación de las mentalidades y la producción del llamado “franquismo sociológico”.

 

En el debate se plantearon, por ejemplo, las condiciones del llamado revisionismo histórico, que vuelve a escribir la Historia desde la suposición de que ésta se reduce a la simple suma de crónicas individuales, hasta el extremo de que cualquier relato es igualmente válido y resulta al final imposible el juicio moral (en línea con el pensamiento postmoderno). El primer problema, como planteó Isaac Rosa, es que no todos los relatos individuales acceden a esa construcción colectiva del pasado. Cuando el recuerdo que aportan ciertos grupos y los individuos que los integran queda obliterado, se hace necesario construir, sobre una verdad objetiva de hechos que pueden ser fijados (por ejemplo mediante Comisiones de la verdad, que han sido eficaces en otros países en transición), una cierta memoria oficial que impida la manipulación interesada.

 

 

Isaac Rosa, nacido en Sevilla en 1974, es, de momento, ante todo el autor de la excelente novela El vano ayer, publicada por Seix-Barral en el año 2004, que ganó de inmediato el premio “Ojo Crítico de Narrativa 2004”, y que le ha permitido ser el más joven ganador del prestigiosísimo premio Rómulo Gallegos en su XIV edición; baste recordar que lo obtuvo en su primera edición Mario Vargas Llosa (por La casa verde), y que también lo han logrado en 1972 Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), Carlos Fuentes (1977), Uslar Pietri (1991) o Javier Marías (1995). Ilustra perfectamente la incomodidad que aún produce el recuerdo del franquismo en España el hecho de que, en esta ocasión, la concesión de un premio tan relevante no haya sido celebrada como una “fiesta nacional”, sino que, reconociendo en todo caso la indudable calidad de la novela, haya ido acompañada de un cierto revuelo en torno a la manipulación de la vida cultural en Venezuela, el país donde se concede el premio. El discurso de Isaac Rosa en la recepción del premio puede leerse en la página web

http://www.analitica.com/va/arte/documentos/9269062.asp

 

Numerosos artículos del autor se pueden encontrar en 

http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Isaac%20Rosa&inicio=0

 

Otras páginas web con entrevistas e información sobre el autor son

http://www.cervantes.de/es/03_bibliothek/bibliographie/jovenes/rosa.html

http://www.lajiribilla.cu/2005/n220_07/220_01.html

http://www.eluniversal.com/2005/07/09/til_art_09312A.shtml