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Por una ética de la tierra Medio ambiente y globalización |
30 de Noviembre de 2005 |
“Las palabras, si no van acompañadas de actos, solamente son ruido”. Con esta cita de José Saramago se vincula la problemática medioambiental con la exigencia de una renovación en las formas de pensar y actuar, en los términos que postula la nueva ética de la tierra. Ahora
bien, los combates cotidianos que es preciso emprender en ámbitos locales
llevan en ocasiones a perder la perspectiva necesaria para abordar las
cuestiones del medio ambiente: el mundo es, a la vez, grande y pequeño, de
manera que los problemas son más numerosos y los enfoques más ricos de lo que
a primera vista puede parecer, y todos ellos nos afectan de modo directo e
inmediato. Por eso resulta interesante volver, de vez en cuando, a la
perspectiva global. Como
es sabido, la globalización se refiere a la actual fase de expansión del
capitalismo, que tiene impactos económicos, sociales y ambientales notables.
Estos últimos ya no se producen en zonas concretas, sino que afectan a
procesos ecológicos esenciales, como atestigua el cambio climático que se
comprueba mediante la experiencia inmediata (el desvío de huracanes
tropicales hacia el Atlántico Este, llegando hasta las Islas Canarias). El
deterioro ambiental y los procesos económicos pueden multiplicar los efectos
devastadores de los fenómenos naturales: así, la pérdida de vegetación
tropical en el delta del Mississippi fue determinante en la destrucción de
Nueva Orleáns, mientras que los efectos del tsunami del Índico se
multiplicaron, de un lado, por la eliminación de los bosques de manglares y
de las barreras coralinas a causa de la instalación de piscifactorías industriales;
de otro por el desplazamiento masivo de la población hacia la costa que ha
sido consecuencia del “monocultivo” del turismo en amplias zonas del sudeste
asiático. Y, finalmente, todo ello se proyecta en forma discriminatoria;
porque, evidentemente, los espacios más deteriorados se reservan a los grupos
marginados. Esta
perspectiva puede ser iluminada con materiales de enorme diversidad. De los
múltiples hilos que siguió el ponente (viñetas de El Roto, la infinita y
desesperanzadora sucesión de informes e iniciativas que cabe articular en
torno al concepto de “desarrollo sostenible”, el Informe “Sostenibilidad en
España 2005” -- www.sostenibilidad-es.org), recuperaremos aquí
sólo dos: 1)
“La pesadilla de Darwin” es una excelente película que da cuenta de un
fenómeno tan complejo como cruel: Los refugiados de Ruanda en torno al Lago
Victoria son abastecidos mediante aviones que llevan, a la vez y en el mismo
viaje, pescado y guisantes para los refugiados y armas para las guerras
regionales. En
ese lago tropical existen quinientas especies de peces autóctonos, los
célebres y hermosos peces de colores (cíclidos), y en su entorno habitan
veinticinco millones de personas. Allí tuvo su origen la humanidad,
separándose del mundo puramente natural mediante la capacidad tecnológica, y
esa misma capacidad tecnológica entonces adquirida, que nos hizo creernos
fuera del mundo natural y concebirlo como propiedad susceptible de
manipulación, está ahora a punto de arruinar tal reserva natural de la
evolución. Pero
el protagonista del film es un pez, la perca del Nilo, que es una especie
depredadora de gran tamaño (hasta dos metros y 180 kg.), de carne aceitosa,
que fue introducido en el Lago Victoria en 1954. Tal introducción tuvo un
funesto efecto dominó. Al ser depredadora, elimina otros peces que sirven de
alimentación a los pueblos ribereños; éstos deben comer perca, que, por ser
aceitosa, requiere de más energía para ser cocinada; la energía procede de la
madera, y la consecuencia es la deforestación. La deforestación implica una
mayor erosión, que arroja al lago más nutrientes (eutrofización), con lo que
aparecen en el lago nuevas plantas invasoras (jacintos de agua). Su presencia
reduce el nivel de oxígeno disuelto en el agua (anoxia), y ello produce
turbidez en el lago. Los cíclidos allí existentes, cuyo colorido sirve
precisamente para facilitar el encuentro y la fecundación, dejan de
reproducirse, y se extinguen así unas especies de gran valor para el conocimiento
de la evolución. Ahora
bien, los problemas no se agotan en esta perversa cadena ecológica. Ocurre
que los caladeros pesqueros de Europa se han agotado, y es la Unión Europea
quien explota la perca del Nilo y la exporta hacia su territorio; de modo que
los nativos, que ya no pueden acudir a la pesca tradicional, tampoco pueden
comprarla, dados que los precios a los que se vende no les resultan
accesibles. 500 toneladas diarias llegan a Europa en aviones de transporte
baratos, procedentes de los países del Este. Los aeropuertos son simples
pistas de tierra bordeadas por los restos de aviones que han quedado allí
inutilizados. Los pilotos, de regreso a África, traen de Europa cereales, que
se disfrazan de ayuda humanitaria: porque, en realidad, se trata de cultivos
subvencionados cuyos precios se mantienen precisamente colocando en esta
forma los excedentes.Y también cargan armas y municiones. Este
comercio de pescado, que en 1980 suponía el 2 % de la pesca total del lago,
supone diez años después el 70 %. Sólo España consume semanalmente 150
toneladas de perca. Ello da lugar a la implantación en la zona de industrias
transformadoras, que por ejemplo congelan los filetes de pescado, y que se
financian con ayudas al desarrollo. De los desperdicios (espinas y cabeza)
arrojados a vertederos incontrolados se abastecía la población, que los freía
o los secaba ... hasta que, ahora, ya hay que pagar también por recoger tales
restos. La descomposición de esos desperdicios genera gases amoniacales que
producen ceguera. Los
hombres, en cualquier caso, abandonan el campo y los pueblos para ir a
trabajar en la pesca y la industria de la perca. Las mujeres se dedican
masivamente a la prostitución, en parte fomentada por la población blanca
itinerante (pilotos, etc.). El sida, necesariamente mortal sin tratamientos
adecuados, se multiplica; en los pueblos sólo quedan ancianos y niños
huérfanos, hambre y desnutrición. Tal
es, pues, la rígida cadena de devastación ecológica, económica, social y
cultural que caracteriza el nuevo orden mundial, y que podría
ejemplificarse en otros muchos entornos: el petróleo de Nigeria, los
diamantes de Sierra Leona, la madera de Brasil ... 2)
“Una ética de la tierra” es un libro editado en España por Jorge Riechmann en
1999 (ed. Los libros de la catarata), pero que Aldo Leopold escribió en 1949,
convirtiéndose, junto con “La primavera silenciosa” (el libro que puso en
marcha las campañas que culminaron en la prohibición del DDT), en un clásico
del ecologismo norteamericano. Para Leopold, es preciso dejar de concebir la
tierra como mercancía que nos pertenece, para considerarla como una comunidad
a la que pertenecemos. La naturaleza tiende a una complejidad cada vez mayor.
La intervención humana en ella se asemeja a una enfermedad que produce, como
respuesta, una reorganización de la tierra: que reduce su complejidad
mediante una disminución del número de componentes y de relaciones entre
ellos. La tierra pierde la capacidad de sustentar vida: plantas, animales y
personas. Riechmann clasifica las orientaciones que subyacen a estos problemas diferenciando el antropocentrismo moral excluyente (la naturaleza sólo tiene valor instrumental para el hombre, que desde el relato bíblico de la creación hasta la Ilustración racionalista es la medida de todas las cosas), el biocentrismo (conforme al cual todo ser vivo tiene valor y merece respeto moral, y enlaza con tendencias del pensamiento oriental) y el biocentrismo holista (Deep Ecology, que entiende necesario extender el respeto moral más allá de los seres vivos, teniendo en cuenta que el ecosistema une en comunidad elementos bióticos y abióticos). Como pensador de origen marxista (inspirado por Manuel Sacristán), Riechmann se sitúa entre el antropocentrismo moderado y el biocentrismo débil, considerando que, en circunstancias especiales, algunos elementos requieren más respeto que otros, de modo que, en caso de conflicto, tiene más valor el ser más evolucionado, más el ser humano que, por ejemplo, un mosquito. En cualquier caso, la evolución ecológica conduce a una ampliación de la ética, de las perspectivas individuales o interindividuales a las interregionales, intergeneracionales y, finalmente, ecológicas. La
ética de la tierra supone, en definitiva, el paso del homo sapiens sapiens,
conquistador de la tierra, al ser humano miembro de la comunidad terrestre,
que debe respetar a la comunidad y a sus miembros, aunque ello no le impide
usar, gestionar e incluso alterar recursos naturales. El valor económico, en
cualquier caso, no es la guía única, aunque sólo sea porque la densidad que
acompaña al crecimiento nunca soporta un crecimiento indefinido, y porque la
ley de los rendimientos decrecientes y los ciclos estudiados en economía
muestran que la misma cantidad aportada a cualquier crecimiento proporciona
cada vez un rendimiento menor, hasta que el colapso invierte el ciclo y
transforma el progreso en regresión. *** En las preguntas se suscita, sobre todo, la cuestión de la acción y de la esperanza. Con la frase de El Roto como lema: “La destrucción del planeta es vital para la supervivencia del sistema, y viceversa. ¿Qué hacemos?”, parece necesario cobrar conciencia de que no se trata sólo de asumir individualmente unos modos diferentes de pensar o actuar: cuando los niveles de crecimiento en China, por ejemplo, constituyen una bomba ecológica, además de económica y social. Los cambios deben ser asumidos institucionalmente, por los gobernantes que parecen ahora esperar, simplemente, a que la catástrofe social o la ecológica, cualquiera que sea la que antes llega, se demore hasta mas allá del fin de la legislatura, para entretanto agotar los recursos naturales mediante su explotación industrial o urbanística. De momento, el hambre y las guerras en África, la lucha por el agua incluso en España, se perciben como simples avisos, y el pesimismo frente a la perspicacia de la clase política está justificado. Sólo la iniciativa de minorías ciudadanas concretas puede frenar, al menos en ámbitos locales, el proceso de degeneración, aún a sabiendas de que con frecuencia ello sólo supone desplazar hacia otros lugares, más o menos remotos, los fenómenos indeseables.
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Antonio García es Profesor de Enseñanza
Secundaria, Director del Instituto de Enseñanza Secundaria Altair de Getafe y
miembro de la Junta directiva de la Asociación de Directores de Instituto de
la Comunidad de Madrid (ADIMAD). Es igualmente vocal del Patronato de Vías Pecuarias de la Comunidad de Madrid y miembro de su Comisión Permanente en representación de las organizaciones de defensa ambiental. Es también miembro del Comité de Coordinación de la Agenda 21 de Pinto, y fue presidente del Foro del Medio Ambiente de Pinto de la Agenda 21 durante los seis primeros meses de su constitución. Socio fundador de AULAGA- Colectivo ecologista de Pinto, presidió esta asociación durante dos años. Este colectivo se integró en la Coordinadora Madrileña de Defensa de la Naturaleza de Madrid (COMADEN) que, junto con AEDENAT, emprendió el proceso de constitución de la Federación de Ecologistas en Acción de Madrid. Previamente había sido socio fundador del Colectivo Ecologista - Alternativo de Villaverde y portavoz de la Coordinadora contra la Plata de Residuos Clínicos en Pinto. En la actualidad es portavoz de la Plataforma contra el circuito de velocidad en Pinto. También fue socio fundador del Seminario de Historia Local de Pinto, del que fue vicepresidente durante dos años. En el ámbito profesional, ha sido miembro del Grupo de Trabajo interdisciplinar "Galiana", y coordinador del mismo durante dos años. Tal grupo se dedicaba a investigar, elaborar materiales, y realizar exposiciones y cursos de formación del profesorado sobre los recursos didácticos del entorno (espacios protegidos, vías pecuarias y patrimonio histórico-artístico y cultural) en el sureste de la Comunidad de Madrid. Fue militante del Partido del Trabajo
de España (PTE) y después del Partido de los Trabajadores de España (PTE-ORT)
hasta su disolución. Participa durante los años 80 en los movimientos
antimilitaristas, anti-OTAN y antinucleares. Socio fundador de la Radio
Libre "Onda Sur", participó en la organización de los
encuentros de radios libres del
Estado español. |
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Algunos otros datos interesantes sobre la relación entre globalización y medio ambiente pueden consultarse en los artículos de Juan Carlos Rodríguez Murillo y Jerry Mander, así como en el Informe Planeta Vivo 2004 de WWF. Entre las muchas páginas web que contienen información y opinión sobre estos temas pueden mencionarse Ecologistas en Acción, WWF-Adena, Greenpeace, Globalízate ... Por último, hemos de referirnos, entre los múltiples materiales que puso a nuestra disposición el ponente, al número 28 de la revista El Ecologista (Noviembre 2001), editada por Ecologistas en Acción, dedicado como número especial al tema “Globalización y medio ambiente”. |